Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida
ni trabajos injustos ni pena inmerecida;
Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas;
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
... Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno;
mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas,
y en cambio tuve algunas santamente serenas ...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. Vida, nada me debes!
¡Vida, estamos en paz!
Aporte de: Anonimo.
Categoria: Poema de Reflexiones
Visto: 43181 veces.
Ranking: 1553 votos.
Votar: